Como se explica en la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo “La migración desde una perspectiva de género: ideas operativas para su integración en proyectos de desarrollo”, la migración es un fenómeno que transforma vidas y redefine comunidades, pero lo hace de manera diferente para hombres y mujeres. Aunque las motivaciones pueden parecer similares—buscar mejores oportunidades o escapar de condiciones adversas—el género juega un papel fundamental en la experiencia migratoria, moldeando cada etapa del proceso de manera única.
Diferencias de género en la decisión de migrar
Las razones para dejar el lugar de origen están profundamente influenciadas por los roles de género asignados culturalmente. Por ejemplo, muchas mujeres migran porque encuentran trabajo con mayor facilidad en sectores como el cuidado de personas o los servicios domésticos. Además, en contextos como el latinoamericano, las mujeres migrantes suelen asumir el rol de principales proveedoras económicas para sus familias, enviando remesas de manera más consistente que los hombres. Esto refleja un compromiso familiar que, culturalmente, se ha asociado al rol femenino.
Por otro lado, los hombres suelen emigrar motivados por la expectativa social de ser los principales proveedores económicos. Sin embargo, algunos estudios sugieren que ellos tienden a desvincularse más fácilmente de sus familias de origen, especialmente si establecen nuevas relaciones en el país de destino. Este contraste en los patrones de compromiso familiar puede generar tensiones tanto en las familias como en las redes de apoyo transnacionales.
Motivaciones de género para migrar
Más allá de las oportunidades laborales, las mujeres enfrentan presiones específicas que las impulsan a migrar. Factores como la violencia doméstica, matrimonios forzados, el estigma hacia las madres solteras o mujeres sin hijos, e incluso la discriminación por orientación sexual, son motores importantes. Para muchas mujeres, migrar no solo significa buscar un mejor futuro económico, sino también escapar de contextos que limitan su libertad y seguridad.
En el caso de los hombres, la migración está más relacionada con la necesidad de cumplir con expectativas tradicionales de masculinidad. No obstante, el choque cultural y las dificultades para encontrar empleo en el extranjero pueden generar crisis de identidad que impactan su bienestar emocional.
Las mujeres como protagonistas de la migración
En América Latina, las mujeres han sido pioneras en las trayectorias migratorias, liderando procesos que reconfiguran tanto las familias como las comunidades. Al llegar al país de destino, muchas asumen el rol de jefas de hogar, enfrentándose a desafíos únicos como la conciliación entre trabajo y familia o la discriminación laboral. Este protagonismo refuerza la idea de que las mujeres no son solo víctimas de circunstancias adversas, sino agentes de cambio y resiliencia.
El impacto psicológico del género en la migración
La migración no solo transforma el entorno físico de una persona; también impacta profundamente su salud mental. Las mujeres migrantes suelen experimentar mayores niveles de estrés por la carga emocional de ser proveedoras y cuidadoras a la vez. A su vez, los hombres pueden enfrentar dificultades relacionadas con la pérdida de estatus o el choque con nuevas expectativas culturales.
Para ambos géneros, el acceso a apoyo psicológico es fundamental. Un espacio terapéutico puede ayudar a procesar las pérdidas y desafíos asociados a la migración, así como a reconstruir una identidad en el nuevo entorno.
Estos procesos tan complejos pueden ser atravesados de una manera diferente, más resiliente, si se cuenta con el apoyo psicológico adecuado.